lunes, 5 de octubre de 2015

Hogar

El departamento de Paloma para el gusto de algunos es chiquito, chiquito y está en el quinto piso en medio de una colonia más o menos (que para algunos es mucho menos que más)…
Pero ¿qué les puedo decir? hemos pasado las mañanas más cálidas, las tardes más soleadas y las noches más serenas en nuestra pequeña cabaña en las alturas, el tamaño es perfecto: se limpia bien rápido y fácil, cuando cocinas el olor invade la casa, todo huele a pan, leche caliente, sopa, salchicha, galleta si no estás de humor abres las ventanas y el olor sale inmediatamente, si estás chipil dejas que los olores te tranquilicen; espero que cuando Paloma sea adulta, estos olores en otros lugares, en otras circunstancias, le traigan el recuerdo de una hermosa infancia con sus papás.
Sí, está hasta arriba, sí es terrible darte cuenta que no hay huevo el sábado en la mañana, si se te olvida la lonchera en el coche, si llegas del supermercado y hay que dar varias vueltas con las bolsas…pero hemos hecho ejercicio, mucho ejercicio, algunas veces mi rutina es subir y bajar escalones, no hay departamentos arriba de nosotros, entonces tenemos lo más cercano a un penthouse y hasta hemos podido tener comidas en el pasillito. La lluvia se ve increíble desde nuestras ventanas, aprendí lo que es que el aire silbe durante una tormenta; por las mañanas el sol entra por la cocina, el estudio y mi recámara, por las tardes ilumina la recámara de Paloma y la sala, vemos aviones pasar, vecinos ir y venir y estamos cerca de todo, ¿la colonia? A mí me gusta, siempre hay gente paseando perros, saliendo o regresando de trabajar, hay puestos de tacos, antojitos, pozole, librería, postres…tal vez nos falta una cafetería más finolis, eso sí.

En fin, en fin, en fin un recuerdo muy bonito de mi infancia, es mi casa, una casa muy pequeña considerando que éramos cinco personas; teníamos literas, de las que alguna vez alguien se cayó (¿Alis?), alguien más se atoró entre las dos camas (¿Alis?) la pared de la litera de abajo estaba forrada de papeles recuerdo de la mañana del sábado en la que Alis y yo pegamos muchos, muchos papeles simulando ventanas y árboles, utilizábamos el tubo de la cama de arriba para dar vueltas, vueltas, vueltas y más vueltas, colgábamos una sábana o toallas para hacer una casita y la escalera era la ventana ¡Qué jugo se le saca a una litera!…tal vez debería comprarle una a Paloma.
Nuestro closet lo veía enoooorme, cuántas veces no le hicimos al hombre araña y subíamos por los cajones para luego no poder bajar ja, ja, ja. Se acuerdan de la cabecera de la cama de mi mamá, dibujamos sobre de ella una y otra vez lo único que necesitabas era un buen alfiler y mi mamá nunca nos regañó, muchas gracias mamá porque sacrificaste tu sueño de casa bonita a favor de la creatividad de tus hijas. No sé si fue con la intención, pero según yo nuestra casa siempre tuvo un “toque” a pesar de que los muebles no coordinaban (eran los 80-90, los muebles debían coordinar) a mí me gustaba, teníamos dos ventanotas por las que cabían perfectamente dos personas (característica que fue aprovechada por unos maleantes la madrugada del 15 de septiembre de ¿1986, 1987, 1988? Y a partir de la cual mi papá les puso barrotes), una en la recámara y otra en la sala-comedor, entonces el sol entraba riquísimo en la mañana, por eso mi mamá tenía violetas. Había luces por todos lados: la de la sala y el comedor más la de la salida del baño, sobre los sillones de la sala, la del lavabo, la de la regadera, dos en la cocina, dirán que es normal pero nuestra casa era chiquita, chiquita; entonces si cierran los ojos y tratan de recordar esa casa, seguro se imaginaran una salita y un comedor a media luz color ambar alumbrando un punto muy específico. Otra cosa muy importante es que en nuestra casa siempre hubo plantas, las violetas de mi mamá sobre la televisión telefunken, las palmas en los rincones, los gallitos, teléfonos o helechos colgando, una vez Lito García (q.e.p.d.) el Hijo de Raúl García entró a la casa y nos dijo que parecía una jungla…en ese momento me avergoncé, al final niña, pero ahora que lo pienso, cuánto disfrutamos esa casa. La cocina era cosa aparte, los últimos años al verla convertida en taller, me preguntaba cómo cabíamos los cinco ahí, tenía una cocinita integral, una mesa redonda, unas sillas de director, que después fueron de madera y su teléfono rojo, mi mamá siempre quiso una lámpara Tiffany ¿se acuerdan?
Nuestra casa tardó mucho tiempo en ser de dos pisos, de un día para otro dejo de ser nuestra casa y sus ventanotas desaparecieron, se convirtió en locales y ahora ya no hay nada. Fue mi primera casa y la recuerdo como una casa calientita, abierta y con luz definitivamente era la idea de acogedora, cozy, hogar, era nuestra casa de muñecas con sus rincones secretos, sus “mejoras” para soportar nuestro crecimiento, su desorden constante, sus vacíos graduales, esa casa sin tus hermanas, esa casa llena con amigos, con novios, el piso de loseta amarilla en el que aprendimos a patinar con unos patines de tennis azules que mi mamá nos compró en el Blanco de Tacubaya. Ja, ja, ja nuestro comedor que soportó los estudios de los testigos de Jehóva, tardes de arte con mis papás, el turista, la casa a la que llegamos después de dejar a Koki en el aeropuerto, la casa que recibió a Anna Paula, el desayuno con hot cakes que despidió a Alis…siempre con luz

Así debe ser una casa, no importa el tamaño, no importa el color, no importa en dónde, lo importante es que tenga luz, lo importante es que haya alguien esperándote, lo importante es que esté abierta lo importante es que te diga “no pasa nada” “te queremos”…